lunes, febrero 26, 2007

El cuento ilegible

La actitud era intolerable y el hombre apretó los puños: ¿Cómo se atrevía? Y, sin embargo, él era un artista, alguien liberado de una multitud de prejuicios, pero todo tiene sus límites y aquellos que le quedaban, los usos establecidos que aun respetaba y a los que por ser pocos podía conformarse con una obediencia casi canina, contra esos venía precisamente a chocar Marta y con qué tino. Hoy, por ejemplo, con una solicitud ingenua y exasperante en su claridad:
- Y entonces, ¿por qué no hacemos el amor?
De hecho, Arnulfo se moría de ganas y llevaba semanas preparando el terreno, sólo que así no se planteaban las cosas, no las de este tipo, y esa frase pronunciada por ella denotaba un error. En efecto, a él le correspondía decirla y Marta, era evidente, se confundía y desconcertaba un orden preestablecido arrebatándole las palabras de la boca en el momento preciso en que estaba por externarlas, cuando faltaba un instante, porque en uno las habría pronunciado, y si se tomaba su tiempo era porque prefería se diera en silencio.
Mas no, no sería con ella que habría lugar para lo implícito y lo tradicional del procedimiento, no con Marta que se había educado quién sabe dónde y a la que, cada vez estaba más seguro, nunca le habían enseñado un mínimo de reglas, o bien llegaba de un país extraño y lunático sin la noción de lo que se debía al hombre, a saber, la toma de la iniciativa en la relación de pareja.
La apariencia, por lo menos.
Cómo explicar de otra forma, ese:
- Y ¿por qué no hacemos el amor?
Cuando era obvio, él la deseaba y ya iba a suceder, porqué explicitar la situación de la peor manera posible: con el hurto de su frase y posicionándose ella a la raíz del acto. Pues ahora de suceder, su mentalidad de macho se lo echaría en cara en tanto concesión a su deseo de ella, y no importaba que él, Arnulfo, tuviera el bajo vientre en ascuas, era una cuestión de principios: Las mujeres cedían, los hombres no.
Así que la miró rencoroso, pero no al punto que dejara de hurgar con el ojo en las sombras cerúleas sobre su piel, allí donde terminaba el cabello, en la nuca, o la tela del vestido sobre el busto. Y sus entrañas entretiempo batían un pulso redoblado. Se mordió el labio mientras se daba a todos los diablos. En verdad que era duro ser hombre. Optó entonces por un medias res, algo que satisficiera su cuerpo que estaba por estallar, aunque en mártir auténtico de la hombría se negara terminantemente a lo que ambos querían.
Tendió un brazo que fue a enlazar las carnes bajo la ropa de Marta, y transmitía calor y era una especie de declaración del “caricias y besos sin llegar al acto” de su decisión recién tomada. El cuerpo de ella era flexible y se plegó fácil al abrazo, mientras Arnulfo se inclinaba aspirando a trechos un perfume tenue quizá de su imaginación. Tenía la boca entreabierta y lo esperaba atenta con destellos en las pupilas, el vientre de Arnulfo tamborileaba al tiempo que, triunfante y recompuesto, pensaba:
-Ahora, sí.
Sus alientos en un doble vaho tibio y Arnulfo la apretó fuerte, él era el varón e iría sólo hasta donde se lo había establecido, que se muriera ella de las ganas –y le parecía a quién mataban era a él- no le daría gusto: Besos y caricias: y ¡basta!, eso sería todo. Pero también, porqué pedir lo que ya le daba. Entonces aspiró ruidoso el olor de Marta, su piel contra la suya y las bocas casi pegadas: La besaría como decidido.
Mas la desgraciada dijo:
- Sí, eso es.
Y -…el amor, sabes, dejémoslo para otro día.

Dedicatoria al cuento ilegible

Encontré un texto redactado a principios de siglo y bajo censura desde entonces. Sin embargo no habla de política, economía u otros intereses de ese vuelo; sino de las relaciones íntimas entre un hombre y una mujer. Me quede pensando, resultaba curioso se le hubiera puesto en el índice de los libros prohibidos durante décadas. Lo revisé y debo admitir que trataba el tema de una manera irreverente, mas fuera de eso nada, era un texto como muchos: literario, ficcional y brevísimo, ni siquiera particularmente malo o escandaloso.
Verifiqué los nombres, había dos, quizá se referían a personas conocidas en aquel entonces y allí residía la causa de la interdicción. Sólo que dígame alguien si lo sabe, si conoce a quien se llame Arnulfo, en cuanto a la apelación del segundo personaje era el problema inverso: se llamaba Marta, las cuales pululan.
Así que estaba como al principio, sin ubicar en el textillo la razón de su censura.
Porque, en fin, si a la temática se le podía acusar de algo, era de lo trillado, y dónde no se menciona aunque sea de paso a las relaciones de pareja, es más se trata de una rúbrica indispensable: el de las escenas de amor.
Para terminar, creo el tabú residía en su irreverencia
Y que aun hoy en Caxilo, en el año 2048, es contada la gente que tolera su sentido del humor y puede leerlo, siendo muy pocos los que en la intimidad han realmente cambiado
(A pesar de los lugares comunes sobre evolución de mentalidades y liberación de costumbres)

A esos raros vanguardistas, happy few y reformadores à outrance, se dedica el ilegible cuento siguiente sobre machismo.

miércoles, febrero 21, 2007

¿Cargo o individuo?

Un hombre entra con la bandera, es un político influyente con un cargo de importancia, que penetra junto al lábaro patrio a una sala hasta hace un segundo estruendosa de conversación y choque de copas, pero que se ha callado; los grupos se disgregan, mientras los individuos acorren.
¿Qué se saluda? ¿A los metros de lienzo, símbolo multicolor y arbitrario de la nación, o al representante en turno de alguna de sus instituciones?

Hay una fábula que vendría aquí al dedillo.
Habla de un asno que traía sobre el lomo unas reliquias, y que no se me tomé a mal, los susodichos animales son simpáticos y si tienden a majaderos cualquiera lo haría con la vida que llevan. El tal asno salió sin mucho alboroto de un costado de la iglesia en aquellos pretéritos tiempos en que los cielos estaban todavía poblados. El pueblo o la ciudad estaba de fiesta, se conmemoraba al santo patrón, ése precisamente cuyos huesos paseaba nuestro protagonista sobre el lomo en un encuadre metálico, quizá recubierto de oro. Conocía las calles y a algunos de sus habitantes, por haberlos encontrado en el desempeño de funciones anteriores. Sin embargo, siempre lo habían tratado de simple ejemplar mamífero, cuadrúpedo, medio equino y, en breve, de burro que había corrido con mucha suerte y en lugar de trabajar en las labores que reventaban a sus congéneres en diez años, era en cambio propiedad de un clérigo con por toda pena el paseo dominical y a cuestas de los numerosísimos kilos del eclesiastico.

Pero ese día, oh, ese día. No lo podía creer, los hombres, mujeres, niños y viejos, -vaya, el espectro entero de las edades del Hombre- en cuanto lo apercibían, movían los brazos, lanzaban flores, extendían la mano queriéndolo saludar, enfin se deshacían en sonrisas y amabilidades, o bien se echaban de plano con su cuerpo como de un trampolín sobre las baldosas o tierra, humildes y en hinojos a lamerle el polvo de sus pezuñas. ¡Utch! Y ¿por qué lo harán? Utch! Y las rótulas de un lambiscón al momento resonaron. ¡Utch! Otro y otro, una avalancha de cartas humanas que se inclinaba a su paso. Nuestro asno estaba confundido -hubo hasta quien le besó los pies- y no se le puede culpar, pues a otros que no son de su especie y se suponen con la cabeza más sólida, lo excesivo de estas manifestaciones adulatorias, sobre todo cuando duran por un período -el de una gobernatura, por ejemplo- termina por trastornar los cascos, su contenido de materia gris y la idea que hasta entonces habían tenido de sus personas y del lugar que ocupan en el mundo.
El asno tras cuatro cuadras ya no se reconocía como uno: era, por lo menos, un hombre; y a las ocho, la vulgar humanidad fue un traje que le quedo chico: era un héroe; y para el final, un ídolo.

La conclusión de la historia, es obvia, pero quizás haya que recordarla. Lo que se adoraba no era al animal sino a las reliquias:
1) Su capacidad de acción milagrosa, es cierto, pero sin embargo harto frecuente inconmensurablemente más que atinarle a la lotería;
O 2) la intercesión, a saber, el pedir apoyo a un influyente.
Consuelo y moraleja:
La posibilidad de acción de un político -su poder- es el cargo, mas depuesto este queda en mejores condiciones que nuestro héroe: ya no mandatario, gobernador o diputado, pero tampoco asno, sólo Hombre.

domingo, febrero 18, 2007

Agua al día

Como no cocino y mi ropa se lava fuera, calculé mi consumo de agua al día, es de:
2.5 litros de beber y 30 para el baño.
Luego intenté imaginarme a los no sé cuántos millones de limpios con regadera en sus casas que dejan abierto el grifo y correr el agua por largos minutos hasta que se entibie y su pellejo sensible aguante la temperatura.
Creo voy a optar por la suciedad.
Ayer precisamente probé no bañarme. Pero tenía una fiesta, y en definitiva, el día estaba mal escogido; pues los propósitos pueden ser ecológicos y todo los filo- y amantes de la humanidad, tierra o fauna que gusten; mas lo cierto es que no se puede ir con un amigo oliendo a peste o a “hice ejercicio”. Debía de haber alguna otra forma de andar pulcra y ahorrar unos 20 litros del regaderazo rutinario de 30.
Y con esa preocupación en la cabeza, me aburrí hoy domingo y ya en el colmo de la ociosidad me puse a ojear entre las reproducciones de un libro para elegir una, y pasadas las doce empezar a trabajar, copiándola.

Una mujer se inclinaba, el cuerpo luminoso sobre el fondo obscuro, la piel mojada con el agua de una palangana que lucía no muy lejos. Acababa de tomar un baño de persona modesta, sin tina y que pagó para que le subieran las cubetas, el número de pisos en donde estaba su departamento, en los edificios sin agua potable de entonces y con un sanitario común abajo en el patio. Se calentaba una porción sobre la estufa que puesta en ebullición era suficiente para tibiarle el total del agua. Estaba de pie sobre una especie de tinaja ancha que recogía el agua sucia con el lavado de su cuerpo, y que era muy frecuente se reutilizara luego para fregar el piso. Parada y el rostro oculto se exprimía los cabellos, la humedad eran destellos en pinceladas del autor impresionista.
Y yo que buscaba entonces sólo una pintura, hallé las dos cosas:
La obra qué copiar y el baño económico con un máximo de 15 litros.

De manera que mañana compro tres cubetas y una palangana plástica. Ateniéndome a un límite estricto en el H2Oconsumo. Con la primera recojo el agua en lo que calienta, mientras las otras dos sirven propiamente para el baño. Y el agua fría de aquella, la uso para lavarme manos, dientes y cara, un gasto extra que se me pasó por alto. Al igual que el del wc, pero allí no veo más remedio que comer menos.

miércoles, febrero 14, 2007

Catorce

Tocaron a la puerta.
Era Gobernación, cinco hombres con sus identidades.
La mujer miró a Juan y él la besó sin que tuvieran tiempo para más, ni para el atado de ropa, desayuno o cantimplora. Lo habían hablado muchas veces, la posibilidad del arresto; pero acaso no es humano conservar la esperanza y Marta la atesoró, por eso cuando llegaron se quedo inmóvil y como su esposo veía se le agolpaba el dolor en los ojos y ya le escurrían, la abrazó, antes de empujarla tras el umbral y salirse sin abrigo y con prisa, para que no la vieran y se fuera a comentar que su mujer lloró mientras lo arrestaban.
Venían en una camioneta sin placas, y arriba en el cuarto piso tras las cortinas delgadas un rostro femenino intentaba mirar con todas sus fuerzas, grabarse la figura de su marido y no podía, siluetas obscuras se le atravesaban, los inevitables curiosos alrededor de la camioneta y luego fue el vidrio polarizado y finalmente las lágrimas espesas. Y cuando creyó lo había captado, halló miraba un punto vacío sobre la acera. Entonces abrió la boca y sacó un llanto animal, una especie de bramido que se fue rampante a recorrer una por una cada pieza, hasta los rincones y recovecos de aquel departamento en el que estaba sola.
Teléfono. No, teléfono no.
Decían que hacer públicas las detenciones era contraproducente y que para los familiares lo mejor era siempre esperar, unos días por lo menos, a que quizá lo liberaran y la reprensión se limitara al susto. Por lo pronto era necesario recuperar un simulacro de calma, algo de voz y claridad; percibió entonces era de noche. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿A dónde lo llevaban?
La pregunta era inadecuada, lo supo de inmediato porque sus ojos cansados que ya no podían más de lo ardidos y secos, se negaron a lubricarse y le dejaron la pena hecha un nudo en alguna parte del pecho.
Sol, sol, sol, amarillo, verde, luz.” Pensó veloz e inútilmente pues en ese estadio cualquier palabra conllevaba una asociación a Juan, a la vida con su esposo. Mas su ser se rebeló contra la tentación de un flash-back, ese complacerse en la rememoración de momentos luminosos precisamente cuando tocaba a la infelicidad, pues una visión le vislumbró el peligro de la locura en ese dejarse llevar allí y entonces por recuerdos amenos. Y ella que nunca había sido deportista, no encontró más alivio que ejercitar los músculos al echarse a correr a través el amplio departamento, abriendo y cerrando las puertas, al tiempo que le escurría de la cara ya no sabía qué.

Alguien la despertó temprano, el rumor familiar y discreto del ave doméstica. Había dormido vestida sobre la cama o quizás sobre un sillón y cojines en la sala.
Canario, no tenía otro nombre, la miró con sus ojillos cortantes de obsidiana, estaba hambriento y le mordió el dedo. El pellizco era insignificante, la dañó sin embargo en tanto le trajo a la memoria el arresto, en la cruel brevedad de un instante. Y Marta se desfiguró el rostro en una mueca sin lograr pronunciar el nombre de su esposo, enseguida creyó decir “pensemos”, mientras se sentía en la perfecta imposibilidad de hacerlo. Las horas tampoco transcurrieron a su costumbre, eran plastas viscosas que robaban oxigeno y volvían el aire irrespirable en su mayor parte. Las manecillas andaban lentas y a saltos, de hecho, le pareció pasaron de las seis al medio día sin ninguna transición. A esa hora pensó: “hay que comer” y le sirvió evitando su pico y uñas, alpiste a Canario. Y cuando llegó la noche, se le anegaron los párpados con agua abundante, en paralelo y siguiendo la mecánica con la que, en el crepúsculo y al llamado de la luna, sube la marea.
Esa noche no durmió de la sed y también porque se rehusaba a soñar, por lo que se la pasó la mente por así decirlo en blanco y con exactitud en pardo, observando las sombras que se descolgaban inertes de cortinas y armarios.

A la mañana siguiente retumbó el timbre de la entrada y el pájaro cantó en su jaula.
Era Gobernación, los cinco mismos hombres con sus identidades.
Marta pudo articular “un momento” y regreso con Canario y una provisión breve de alpiste; preparada. Era un albur. Ignoraba si venían también por ella o eran sólo portadores de un aviso, bueno o malo.
- Marta Lascante.
- Sí.
- Le traemos a su esposo, liberado ayer 14 de febrero.

lunes, febrero 12, 2007

La parte obscura

En ocasiones, se encuentran en bolsas plásticas o directamente sobre la tierra, manifestaciones de la humana parte obscura en los atados bofos e inmóviles de cuerpos fallecidos en muertes clandestinas.
Con un ojo abierto que mira necio el cielo, y moscas, muchas moscas.
Se dice que las bocas de las víctimas reclaman, yo creo que el acto de violencia las dejo mudas y toda su expresividad proviene del rictus; y que es la conciencia o sus residuos, la que molesta al espectador.
Algo parece no estar bien y una comezón recorre al ente social, y se vocea en la prensa en las denominadas notas rojas, que para la satisfacción del público lector se salpica convenientemente con fotos y grandes plastas a colores que casi chorrean sangre y empachan del puro morbo.

Pero un crimen que alcanza publicidad estatal, nacional o internacional, se convierte en un hecho político que cuestiona en primera instancia al gobierno y cuya resolución lo va a calificar. Un culpable es entonces necesario y la necesidad es tal, que a las sociedades poco exigentes en cuestiones de claridad no les importa si éste corresponde en efecto al asesino intelectual, de facto, cómplice o bien se trata de una simple ejemplificación de esa categoría recurrente y útil del chivo expiatorio.

En Arrico, está última vía de la resolución de crímenes es muy socorrida, posee en verdad sus ventajas, es en principio y sin lugar a dudas menos costosa, y responde de inmediato al clamor público y a su exigencia de hallazgos a toda costa. Es, en suma, bastante más expedita que el seguimiento en forma de una investigación y sino fuera por el detalle de la justicia
…sobre todo la reiteración de los delitos por un culpable que se supone tras las rejas y en la imposibilidad de reincidir
…sino fuera por ese problemilla de lógica, el sistema policial arricano se contaría entre los más eficientes.

Entretiempos y para el sosiego de quienes echan mano de esos procedimientos se debe de reconocer que la memoria de los lectores es muy corta. De manera que una semana después y ya no se digan dos o tres, no hay quién se acuerde. Y es como si el crimen no hubiera acaecido, y el lector escandalizado de hace días regresara a su estado primero, listo para recibir nuevas impresiones y conmoverse ante la suerte de otras victimas, más recientes y novedosas. Al respecto, hay quién piensa que hágase lo que se haga será siempre demasiado, y que es trabajo de sobra esa lotería de inocentes a culpables para la satisfacción y tranquilidad de una sociedad amnésica, cuando basta con alargar la investigación para que se olvide había una en curso.

Yo, lector medio, vivía quizás un poco retraída de las noticias gore y sus reproducciones gráficas, sin que haya ningún mérito de mi lado salvo una repulsión instintiva al color rojo hemoglobina o catsup , satisfaciéndome por lo demás de los casos policíacos resueltos a la caxilense y notando a penas la continuación de crímenes en las calles por las que ya había un inculpado por anticipación en la cárcel. Hasta que en una novela de principios del siglo, un autor caxilense, hallé, narraba una serie de asesinatos explicando el mecanismo de su resolución, que aclara "no tiene ninguna referencia con hechos o personas reales", pero resulta tan convicente como para raspar la retina y los sesos y fungir de interpretación para las relaciones entre crimen-policía-política-prensa e inculpados en mi linda patria, se trata de:
"Los peores minutos" de Martín Solares.

miércoles, febrero 07, 2007

Reformismo

Los reformistas de ambos bandos viven descontentos. Son individuos por lo general con puestos o responsabilidad públicas, aunque no exclusivamente, y no saben en verdad cómo estuvo que la suerte les jugó la broma de hacerlos nacer allí en esa ciudad, capital o no, de ese país rascuacho del continente Arrico. Una broma de evidente mal gusto, habiendo tantos Estados a donde la cigüeña con un poco de tino o mejor voluntad habría podido depositarlos entre los brazos también obesos -pero es un mal característico de nuestro siglo- de un ciudadano de país rico.

Pero no, los echó allí en donde cada cosa que ven es motivo de enojo, desde los hábitos alimenticios hasta las formas de vestir y hablar, o en un registro más serio las creencias, leyes, constitución, prácticas, usos y costumbres de cualquier tipo. En verdad, un reformista caxilense de izquierda o de derecha tendría todas las razones clínicas para morirse de bilis y si no lo hace es por aquello de la esperanza: la posibilidad como un espejismo de cambiar en el futuro no algo sino todo.
Y se indigna del quehacer de los políticos coetáneos o anteriores, próceres y demás, que se andan por las ramas, pues si él estuviera al frente transformaría al país con sus millones de habitantes exactamente como si se tratara de una persona. Y en este punto de la constatación se podrían oír sus pucheros ante la tentación de cualquier revolucionario de hacer una tabula rasa. Ese: ¿porqué no borrar lo existente y empezar de nuevo?
Y continúan con emoción aunque mentalmente: Lo más fácil sería deshacerse de los compatriotas por lo menos de los muy aferrados a su modus vivendi; y en nuestro territorio expurgado en donde no permanecerían sino aquellos predispuestos al cambio -admiradores comprobados de los ricos, para el reformador de derecha, y de los sovietos para el de izquierda-, se importaría un pequeño contingente para mostrar el camino al nuevo Estado por la vía de los colonos industriosos e indispensables consejeros, seleccionados entre esas naciones que son el modelo.

Por fortuna para aquellos que no condenan en bloque a connacionales y patria, los reformadores en cuestión no se lograron deshacer de la multitud de caxilenses, aunque continúan con su costosa política de importación de los susodichos consejeros y facilitan la adopción de todo tipo de modelos extranjeros.

lunes, febrero 05, 2007

Obesidad contestataria

Los caxilenses en protesta contra los precios por los cielos del sector agroalimentario, enojados contra esos duros requerimientos de la supervivencia que insisten en la necesidad de comer, y atribulados por otra parte con salarios que por dignidad no se dicen “de miseria”, pero que podrían serlo, han decidido manifestar su descontento y arreglárselas para estar obesos a pesar de lo risible de su peculio.

Se dice es una de las raras demostraciones de que se puede comer a muy poco costo, con casi nada, o bien un ejercicio de realismo mágico arriquense y extraliterario. Pues si dos índices se han mantenido constantes han sido precisamente estos: por un lado, el crecimiento de la pobreza con una triplicación cada veinte años y, por el otro, el aumento proporcional del número de sus gordos.

Pero con este engorde les acaeció una desgracia, en efecto, es como si se hubieran inflado de aire, y esos pliegues de grasa que en capas sobrepuestas los envuelven es: manteca de mala calidad y están malnutridos. Y después de todo quizá sí sea necesario agregar a su dieta de bebidas de cola, patatas, pan, dulces, lipidos, carbohidratos, glucosa y demas alimentos chatarra, algo de fruta, proteína o verdura afín de darle un poco de sustancia a su forro abundante de grasa.

domingo, febrero 04, 2007

Político al micrófono

En Caxilo, la estrella de televisión aparece sonriente o solemne en su programa hebdomadario, detrás de una mesa siguiendo el ejemplo de los comentaristas: es una estrella de una nueva especie. Sustituyó a coreógrafos, cantantes, juegos de fortuna y emisiones del tipo “Pierda la vergüenza y cuéntenos su vida” y a los comentaristas de actualidades. Desde que punteó en los records de audiencia, los especialistas señalaron los elementos de su éxito: reunía en su programa diferentes atributos de cada uno de ellos.

En la pantalla chica arriquense, la nueva estrella televisiva no es otra que el político al micrófono, jefe reconocido del país o el de la oposición. Y es cierto que en su presentación ante las cámaras hecha mano de los numerosos recursos del espectáculo: gesticulación dramatizada, tono de voz según la temática que va desde la tristeza, la indignación, el quedarse sin voz, o bien y en el otro extremo, el franco arremeter con palabrerío florido y soez en contra del contrario, hasta el indispensable maquillaje -n’en déplaise a los clichés de la masculinidad, quizá en necesidad de una urgente readaptación para este caso especifico del actor político, superestrella. Toda esa parafernalia concurre a la hora de su presentación o representacion al aire y ha contribuido a los altos niveles de su popularidad. Se trata, al parecer, del plus ultra del Noticiero de actualidades; en donde sin recurrir a intermediarios e intérpretes del complejo acontecer político, vaya a los comentaristas, se da la palabra directamente a los actores, con el pequeño inconveniente de que vocean -y es normal- su único punto de vista en un discurso preparado de antemano que decide enfatizar determinados aspectos halagüeños y callar otros, sin que haya lugar a las preguntas, esas que planteaban a veces, por accidente, aun los presentadores más profesionales y les costaban su carrera.

jueves, febrero 01, 2007

Maíz

Ayer en una capital del viejo mundo, se reunió un cenáculo de bibliófagos a discutir sobre, atole, tortilla, tamales, champurrado; y para quién desconozca el significado de esos términos bastara decir que se trata de preparados culinarios a base de maíz del continente Arrico. Los bibliófagos en cuestión, modestos ratonzuelos de biblioteca, rememoraban esas exquisiteces frente a un único vaso de vino o cerveza y los ánimos se rescaldaban: allá en Caxilo habían subido el precio del cereal de base. Y los susodichos que a más de roer hojas impresas garabateaban textos y se decían escritores del futuro, sacaron a cuento la definición del maíz directamente de las encías de alguno que había comido Diccionario. Pero no se bebe en vano y aunque fuera sólo una copa, ésta no dejo de hacer su efecto y la definición que se pretendía objetiva se transformó pronto en un ataque de lirismo por arte y magia de los efluvios etílicos:

Oh, maíz noble que nos alimentas ¿por dónde pasaste? Confiesa grano, cereal di: ¿estás en almacenes prisionero, oculto por manos de acaparadores? O bien, ¿tomaste hace meses el camino al extranjero y eres un espalda mojada que laboras para ajenos? Grano blanco y gordo regresa aunque sea en esa forma amarillenta y enmohecida que en ocasiones tiene tu harina, aunque sea mezclada con quién sabe qué. Regresa, ven…

Un lirismo, que como se ve, no promete mucho sobre el porvenir literario de sus autores y del que les ahorro el resto.
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