Maíz
Ayer en una capital del viejo mundo, se reunió un cenáculo de bibliófagos a discutir sobre, atole, tortilla, tamales, champurrado; y para quién desconozca el significado de esos términos bastara decir que se trata de preparados culinarios a base de maíz del continente Arrico. Los bibliófagos en cuestión, modestos ratonzuelos de biblioteca, rememoraban esas exquisiteces frente a un único vaso de vino o cerveza y los ánimos se rescaldaban: allá en Caxilo habían subido el precio del cereal de base. Y los susodichos que a más de roer hojas impresas garabateaban textos y se decían escritores del futuro, sacaron a cuento la definición del maíz directamente de las encías de alguno que había comido Diccionario. Pero no se bebe en vano y aunque fuera sólo una copa, ésta no dejo de hacer su efecto y la definición que se pretendía objetiva se transformó pronto en un ataque de lirismo por arte y magia de los efluvios etílicos:
Oh, maíz noble que nos alimentas ¿por dónde pasaste? Confiesa grano, cereal di: ¿estás en almacenes prisionero, oculto por manos de acaparadores? O bien, ¿tomaste hace meses el camino al extranjero y eres un espalda mojada que laboras para ajenos? Grano blanco y gordo regresa aunque sea en esa forma amarillenta y enmohecida que en ocasiones tiene tu harina, aunque sea mezclada con quién sabe qué. Regresa, ven…
Un lirismo, que como se ve, no promete mucho sobre el porvenir literario de sus autores y del que les ahorro el resto.
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