martes, enero 23, 2007

Rico

Un continente A-rico sólo tiene sentido si se contrapone a otro Rico y, en efecto, ése existe y ambos son parte del Nuevo Mundo. Los separa una lengua de mar, y las costas del uno son visibles desde cada suelo. De hecho, hasta un pasado reciente se trataba de una misma superficie terrestre, pero habrá quizá medio siglo se empezaron a percibir cambios del otro lado de la frontera. Un malestar acució de pronto a los vecinos, se trataba en aquellos tiempos del Estado más poderoso del planeta y probablemente a causa de la envidia que "ser el mejor" siempre despierta, así como por los muchos enemigos que por razones concretas se habían granjeado: se sentían terriblemente amenazados.

El enemigo estaba por doquier. En el Viejo Mundo las armas a la mano. Y en el Nuevo, en la forma de un peligro sutil: una multitud de pobres que los invadían por oleadas en busca de trabajo, a pie a través de la frontera. En el interior también: gente en apariencia anodina; y los habitantes llegaron a mirarse con sospecha, el teléfono de denuncias a la mano.
Se sacaron huellas, se revisaron ropas, zapatos, suelas, se observó con cuidado el rostro y, sin llegar al análisis sistemático del cráneo de la frenología dépassée, se clasificaron las fisonomías y expresiones. Había, por ejemplo, las “caras riesgo”: una nariz prominente o ganchuda, herencia de un abuelo desconsiderado, que en el país Rico resultaba automáticamente para su posesor en revisiones sin fin y que la gente con medios resolvió gracias a cirugías plásticas; mientras otros menos radicales o con rasgos más amenos recurrían a cursos de maintien y métodos distintos sin bisturí.

En definitiva, el subcontinente vecino gastó muchos recursos en clasificar a su gente, y el problema, punto seguido, apareció lo constituían los inmigrantes no registrados, los ilegales. No tanto por el peligro sutil ya mencionado de roba-trabajos, pues de hablar con la verdad las susodichas labores, objeto señalado de estupro y por el que se les acusaba, eran como las monedas sobre la acera que nadie recoge; sino por esa manía de control que padecía el país huésped, los Ricos.
Y como ya se había construido un muro, apostado vigías con armas y tino, sin más resultado que desplazar el deporte de la caza animal por la del hombre; se optó, poco después, por la elaboración artesanal de -y me perdonaran el oxímoron- una barrera natural: Rico, de su propia autoridad, se declaraba continente y se separaba de Arrico.

Desde entonces un canal ancho los divide, que iluminan en la noche con proyectores disuasivos, recordatorios de los franco tiradores y que nuestros vecinos bautizaron, claro, de: Canal de la libertad. Ese sustantivo del que hacen un uso extensivo y aplican aun en los eventos donde menos se les espera como a la hora de las ejecuciones o para anunciar una guerra.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Punto de vista interesante. Yo tambien tengo alguno.
...y se hicieron cada vez más numerosos y el espacio más pequeño, y al sentirse poderosos como no habían conseguido integrarse (no era esa su intención, con vivir segregados la mayoría se sentían satisfechos) necesitaron su propia identidad colectiva diferenciadora, ya a salvo de la caza de los pasaportes, ya ciudadanos de pleno derecho, había que luchar por nuevas conquistas, para unos podría ser el desarrollo individual pleno, para otros vivir a la sombra de un estado, de una cultura débil y decadente, fácil de expoliar, donde las pequeñas mafias pueden prosperar y es fácil delinquir y robar. No tenían la culpa de ser así, en las sociedades a-ricas de donde provenían, la tribu imperaba al igual que la miseria... por lo que era el mejor sistema de gobierno. No podían sustraerse del poder del mas fuerte.

7:40 p.m.  

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