domingo, diciembre 17, 2006

Digresión sobre un ex-tirano

Los tiranos en activo o ya fuera de servicio, tras tomarse en su trabajo tantos permisos, pierden en cambio uno que el hombre común y corriente sí tiene: la libertad de morirse.

En un país hiperbóreo del continente Arrico, el tirano T quién acaba de fallecer reilustra con creces este caso. Al anuncio de su muerte se armó un revuelo -previsible- por parte de amigos y -algo más inesperado- de la de los enemigos, uniéndose todos para esta única ocasión en un mismo lamento: ¿Cómo, pero cómo pudo haberse muerto? ¿Cómo? si sólo contaba con cien años y aunque se hablaba de enfermedad, se trataba de una estrategia informativa sin relación real con su estado de salud, porque el jovenzazo y centenario estaba con certeza sano. Y hoy la sorpresa: se murió.
La tristeza y el desaliento cundieron generales, cien años para un tirano son muy pocos. Sus detractores en particular estaban desconsolados: Ya no lo podrían sentenciar, la muerte que nada respeta se les había adelantado, y ¡qué dolor el suyo! mayor que el de los deudos. Al punto que ratones de biblioteca conmiserativos ante ese espectaculo de fiscales y jueces burlados por el acusado y que se quedaban con el veredicto en las manos y sin nadie a quién lanzarlo, les recomendaron un viejo recurso , en la actualidad sin uso político aceptado, pero en cambio todavia muy frecuente en el ámbito privado de psicoanálisis y terapias : el uso de efigies.
"La figura de T, tirano, reconstruida segun los avances de la ciencia.” Explicó un especialista, y luego con mas detalle: "Que quemar, colgar, fusilar, la pena es a su gusto, hasta que cera, carton y estructura revienten y ustedes, jueces, se hayan desahogado". Sin embargo, otros ratones se arremolinaron: - Señores, gritaron, eso va en contra de la política de reconciliación.
- ¿Con un tirano muerto ? Ni en ultratumba. Opinó categórico un detractor .
- Reconciliación con los partidarios del gobierno tirano, anterior: un buen tercio de la población de Hiperbórea. Pues, señores, -y esa rata oradora disfrutaba evidentemente con su facundia -la transición de gobierno tirano al no-tirano se dio en la continuidad, sin brincos, en conclusión: se trata del mismo régimen.
Allí prorrumpió un ratón que nunca hablaba, un burocrata obscuro: -Numerosos funcionarios del anterior gobierno sin responsabilidad en los excesos del tirano, se hallan aun en servicio–y pensaba en él. Sólo que la intervención de ese modesto orador incomodó al auditorio, la democracia también tiene sus jerarquías, y le chiflaron. El ratón susodicho no era valiente ni siquiera de ideas, la tribuna, sin embargo debía de tener algo y continuó electrizado: -¿Quieren iniciar una caza de brujas y juzgar a todos los empleados de la época, grandes y chicos? ¿Y después de los empleados a los simples simpatizantes? ¿Y tras ellos a los indiferentes?¿Dónde y quién pondrá el limite? ¿Quién tiene esa autoridad? Sería -aqui ligero temblor en su voz de histérico- una nueva tiranía.
El silbido fue general y el mundo roedor que no se anda con rodeos lo arrancó literalmente del podio para regresarlo a la oficina:
- La captura de esos textos –un mamotreto- para mañana.
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