martes, noviembre 28, 2006

Bibliofagos en nuestra era

De política nunca me ocupe hasta los disturbios de este último año. Año 2047 de nuestra era, ya no después de Cristo, sino tal cual: laico y sin explicaciones. Porque si bien hará algo más de veinte siglos que nació efectivamente alguien, cuántos innumerables cuantos no han aterrizado en este mundo con posterioridad para poblarlo y sobre-poblarlo, cambiar el clima, agotar sus recursos y convertir la transparencia del aire en un grisáceo vaho sucio que se pega a la piel y le presta un gusto de contaminación añeja con la cual condimentar mil besos. Quién en verdad se acuerda aun de Cristo, nombre políticamente incorrecto, referencia clara al conjunto de valores que -gracias al cielo vacío y su ausencia de dioses- han quedado por fin atrás. Quién sino un tipo específico de ratas de biblioteca del que hablaré a continuación.

Los roedores bibliófagos, especie que se puede decir en extinción, cuenta con dos subgrupos. El más común, de hábitos gregarios, es fácilmente localizable encontrándose alrededor de las fábricas de publicación de que se alimentan, siendo sus miembros probables profesionales de la pluma, son por lo general inofensivos al estar en mayor o menor medida integrados al sistema. Otro caso muy diferente es el de los individuos aislados, el segundo subgrupo -aunque hay quién opina se trata de una especie aparte-, con tendencias al anacronismo e independencia enfermizos, viven no se sabe con precisión dónde, pero se sospecha en bibliotecas privadas entre muros decrépitos o en los sótanos con moho de algunas casas antiguas del continente Arrico. Y constituirían una peste con su memoria a destiempo y referencias intertextuales que no les interesan a nadie; una peste sino fuera por su población escasa y se espera muy pronto, extinta. Ellos, claro, todavía se acuerdan de una multitud de cosas inutiles como seria ese nombre alternativo de nuestra era.
Page copy protected against web site content infringement by Copyscape