Adicciones
No hay “más allá”. Ateos, positivistas y demás partisanos de lo concreto terminaron por convencernos de que lo existente es lo que ven nuestros ojos y de que la religión era el opio del pueblo, uno metafísico y por ende sospechoso; y que mejor nos valía a nosotros hombres post, post-modernos y pueblo o plebe por la democracia hacer uso del de hierba, y sin tanta parábola atenernos a las drogas simples y sencillas, puliendo las rudezas de la cotidianidad no con las plegarias y esperaza de viejas doctrinas, sino con los vapores excitantes o entumecedores de cocaína, opio y marihuana.
Y, sin embargo, algunos nostálgicos trasnochados y que es obvio no entendieron nunca los beneficios de contentarse sólo con esta vida – y con sus premios o castigos por poco que sean merecidos-, hablan, se atreven a hablar del costo de estas adicciones para el individuo y en su afán sacan una lista:
1. El aspecto, dicen, de quién “anda en falta” con su apariencia de Lázaro por resucitar y que tuvo problemas y se quedo en el camino, a mitad el proceso con su cara de medio muerto;
o 2. el riesgo legal, la posibilidad siempre abierta de pasar por las curas de desintoxicación gratuitas e involuntarias en mazmorras de prisión;
o 3. el pecuniario y de cómo consume los bolsillos;
y 4. terminan haciendo notar el escaso número de defunciones por abuso en la adicción anterior: Las sobredosis de Opio del Pueblo -aun entre los más rabiosos practicantes de contemplación, ayuno, fustigamiento et al.- siendo, por lo visto, menos peligrosas que un exceso menor en las actuales.
Y, sin embargo, algunos nostálgicos trasnochados y que es obvio no entendieron nunca los beneficios de contentarse sólo con esta vida – y con sus premios o castigos por poco que sean merecidos-, hablan, se atreven a hablar del costo de estas adicciones para el individuo y en su afán sacan una lista:
1. El aspecto, dicen, de quién “anda en falta” con su apariencia de Lázaro por resucitar y que tuvo problemas y se quedo en el camino, a mitad el proceso con su cara de medio muerto;
o 2. el riesgo legal, la posibilidad siempre abierta de pasar por las curas de desintoxicación gratuitas e involuntarias en mazmorras de prisión;
o 3. el pecuniario y de cómo consume los bolsillos;
y 4. terminan haciendo notar el escaso número de defunciones por abuso en la adicción anterior: Las sobredosis de Opio del Pueblo -aun entre los más rabiosos practicantes de contemplación, ayuno, fustigamiento et al.- siendo, por lo visto, menos peligrosas que un exceso menor en las actuales.
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