martes, septiembre 26, 2017

hay


hay pérdidas con nombre, ubicación y fecha
pérdidas en pretérito
“perdí” digeridos, aceptados, idos
como baches en el camino
nimias en comparación a
perder(se) en el abismo
y si me pierdo
extravío (de
verbo reflexivo) en
despojos que no paran
(yo)
fuera  del mapa hacia
regiones de pánico
comprimido el
temor de extraviar lo que en
tocando a ese puerto siempre contumaz he
perdido

viernes, septiembre 01, 2017

“Manases o la esquizofrenia”: trauma contemporáneo del hombre fuera de centro

La obra se abre con un baile en solo del autor en crisis de indecisión existencial y como tal tiene acentos de plegaria: el “sálveme” bíblico ¿dirigido a?
El autor empieza dirigiéndose a Dios para terminar en un sanatorio apostrofándose con la Esquizofrenia, alegoría de la indecisión mórbida y reactualización de la Prostituta de Babilonia. Para entonces el protagonista ha cambiado de nombre y el “Manases” que ahora ostenta, marca la ausencia del nombre propio en un trasfondo de aniquilamiento de la personalidad.
La clave de este cambio encuentra su explicación en la parte media de la obra y se resume a la palabra: Trauma. Aquí un trauma en imágenes y movimiento, el de hombres indistintos vestidos de rojo o soldados pardos en la noche con máscaras totémicas en donde el campo al que cada uno sirve poco importa, porque amigos o enemigos son todos unas bestias y esto es imperativo olvidarlo.
“perdonar sí, olvidar nunca”
Decían los partidarios franceses de “por Cristo y el Rey”, reivindicándose de la identidad de esa rebelión a pesar de su fracaso y sometimiento de facto al gobierno republicano.
Pero la guerra en el siglo XIX  conservaba matices de humanidad que los siglos posteriores han aniquilado, dando sistemáticamente lugar al “hombre cosa”, al “hombre bestia de guerra”, “bestia de yunta”, muy al margen de los intereses que mueven el mundo: al hombre fuera de centro.
El síndrome post traumático sería la experiencia inaugural del siglo XX. El síndrome del soldado a la merced de los caprichos de la destrucción física o de la muerte económica del desempleo generalizado, o presa del horror de los campos de prisioneros de guerra en Vietnam o Corea. El síndrome por excelencia del hombre al que se le niega la humanidad y que cuando sobrevive lo hace en su ser animal, exclusivamente en lo físico como cuerpo desposeído y con un solo anhelo: el olvido de los ejemplos de  bestialidad, propios o ajenos, y que por una ironía de la suerte fueron los que coadyuvaron a su conservación.
El baile en solitario que inicia esta narración, podría perfectamente clausurarla prestándole al conjunto de la obra el tono de reconciliación del solo-plegaria inicial. Pero el autor opta, y se entiende, por el fin dramático del triunfo de la locura. Quedándole al espectador una sucesión de flash-backs visuales inmersos en música romántica o barroca, y el firme deseo de escapar de la deshumanización contemporánea, del abuso en cualquiera de sus facetas: físico, laboral, ideológico, económico, emocional.

Coreógrafo y bailarín del solo: Diego Vázquez
Manases: Jairo Cruz González
Esquizofrenia: Sarah Matry-Guerre
Arreglo musical: Andrés Solís

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