domingo, agosto 17, 2008

¿Artículo 22(4) del Penal?



Desde España y Cataluña

del puño a la ficción
de nuestra corresponsal en vacaciones
y la letra con sangre entra

Represalias imaginarias
En una comuna, varias chicuelas miraron propinar una paliza por una compañera a otra. La niña o receptáculo de carne humana (y parece ser que también con sentimientos) sobre quien cayeron los golpes, se quedó ahí tumbada un rato, para irse luego llorando con los sentimientos que parece tiene a su casa.
A la pelea no la ensució ningún arma: fue a 2 manos limpias
de niña contra 2 (sin contar las 20 extra que inmovilizaron, pero sólo al inicio, a la víctima). Da fe del hecho un video tomado por una de las verdugo frustradas. Merced al cual, se pudo hacer partícipe después a toda la población que, muy orgullosa de la cohesión tribal, lo miró un sinúmero de veces antes de intervenir.
A los padres, temerosos de represalias imaginarias, se les tuvo que obligar a levantar cargos y reconocer lo que medio planeta ya veía en el video: otra niña apaleó a su hija.

Patadas
En el recinto no tan público del metro, un muchacho interpeló una adolescente a gritos. Después alegó que no era gritería, y que así habla. En cuanto a los golpes que siguieron, opina que la existencia de ella ahí, respirando el mismo aire que él (en ese espacio cerrado), lo agredía, y eso era lo que le deseaba comunicar. Por desgracia, la chica en cuestion traía audífonos y el muchacho con tan poca paciencia, creyó indispensable plantarle dos puntapiés en la cara sin mala intención, pues de haber querido lastimarla habría hecho lo que leyó hicieron otros compatriotas:

Lo que hicieron:
Joven caxilense atacada en la calle. Al parecer su figura rolliza y tez obscura fueron el detonante, cuando se tiene esa silueta: la calle y el aire libre de la calle se escasean. En efecto, sus agresores defienden la tesis estética y sostienen que a lo malogrado (mental o físico), siempre se le puede empeorar y que además resulta más fácil que mejorar las cosas. Por lo que poniendo manos a la obra y aprovechando la coyuntura (la soledad o indiferencia ciudadana frente a una extranjera), la emprendieron contra la joven. Dejándola tirada con la mandíbula desvencijada, sintiendo no tanto la sangre (que sobre su piel cobriza se disimula) sino lo punzante y, es cierto, que más fea (como cualquiera con el rostro partido).

Papeles sí, pero…
Un joven escritor duda en quejarse. Su pasaporte está en regla, viene de visita a un congreso, es periodista con un par de libros publicados y aunque la inmigración ilegal se le figura una situación novelesca, no está en su carácter. A la metrópoli viene, en consecuencia, sólo de visita. El problema se dio en la aduana, cuyos funcionarios, aparentemente para desagraviarse (el mundo es hecho de agravios), desarrollaron el sindrome del carcelario, deteniéndolo (como en una novela negra y machacona) sin razón, queriendo que confesara sus también negras intenciones, influidos por los thrillers, su tez o rasgos:

- Sois inmigrante
- No, de visita
-Pero, queréis permanecer
(culpable por intención)

Y así, en idéntico, 20 y 30 veces:
- Sois inmigrante
- No, de visita
- Pero, queréis permanecer

Al final lo liberaron, y duda en quejarse. Porque en el mundo de las letras es muy poco conocido y... pues esto le pasa hasta a los famosos.

Al Premio Seix Barral
Lo señalaron desde el desembarco para conducirlo al lugar del interrogatorio. Si le hubieran facilitado un teléfono, los aduaneros habrían podido enterarse de que lo que veían era cierto. A saber: que los papeles estaban en regla, el hotel pagado y que, en fin, era una persona realmente grata, no obstante sus sospechas. Pero bien adiestrados y viendo al enemigo por doquier (y también acaso para hacerse un poco la mano, y porque hasta a las labores de represion se toma el gusto), lo retuvieron por horas. Al respecto, debe alabarse su celo profesional y son rumores infundados los que piden se les aplique un test psicológico de normalidad, cuando el perfil necesario en los puestos fronterizos y comisarias es el de un dogo equilibrado, además del arte utilísimo de la humillación. Un arte, éste, invaluable. Ya que a quien por su dignidad se indigna, pasa de sospechoso a culpable por el delito (nada deleznable) de insulto a las autoridades. Aquí se verifica, por desgracia, el hecho tercermundista, primermundista y mundial: de que los únicos capacitados para hacerlo son las autoridades (…y el ¡cállate! y otras veleidades de dignidad: del rey para arriba).

¡Uniformes, por favor!
Un doctorante caxilense cometió el peor error de su vida al confundir a policías en civil con los secuestradores tan comunes en su patria. Y es que por los tiempos que corren ya no sabe uno a qué santo encomendarse, y su padre había jurado que no le secuestrarían a su hijo y enseñado para eso autodefensa. Pero lo que debió de haberle enseñado (hoy está claro), fue la abstinencia. Pues estando bebido el hijo y en descanso tras la universidad (los descansos son malos), lo asaltaron unos civiles que después supo eran policías. Mas al instante del asalto, el caxilense creyó estar en Caxilo (los métodos son similares), y gritó:
¡Secuestro: no! Encarando como un héroe idiota a sus agresores (el heroísmo es idiota) y logrando, por su pésima estrella, arrebatar una pistola (la autodefensa es pésima). Y hoy enfrenta cargos por agresión a autoridades. Pasamos por alto, las humillaciones y golpes en la comisaria.

Principio de reciprocidad
Y mientras unos cuantos españoles juegan boxeo (con ciudadanos del Nuevo Mundo como peras), el gobierno de Caxilo está en habladurías de concederles el voto a los residentes españoles. Probablemente, en premio al número mucho menor de aporreados nacionales en la península, en oposición, por ejemplo, a los ecuatorianos.

Principio de la disminución
Los ecuatorianos, por su parte, son ellos mismos los culpables de encabezar las estadísticas de este tipo de agresiones, al tener el único gobierno con un procedimiento sistemático de protesta y apoyo para sus conciudadanos. Al grado que alguno de los muchos embajadores in situ debiera de irles enseñando, la verdadera forma de disminuir esos crímenes, fácil y más sencilla no hay: ignorarlos.

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