domingo, marzo 25, 2007

Delación, psicologia y radio en Rico

- Buró de inmigraciones, articuló Moisés muy claro.
- “Un momento”, contestó invariable el interlocutor, la voz sintética femenina para cerrar el ciclo con:
- Lo sentimos las líneas están saturadas, llame después…
Pero Moisés colgó sin esperar el final, y de inmediato con sus dedos entrenados volvió a marcar, en ciudadano responsable y hombre moral perfecto.
Ya que esa tarde hueca del viernes había decidido ser patriota y lo sería a pesar del sistema caído y de las horas, por lo visto numerosas, que se requería para asentar una delación telefónica. Pues él, Moisés Crunch, era el residente legal de Rico número 1,345,678 que intentaba en ese mismo instante delatar a alguien, con el resultado de que las líneas del Buró, su sistema de grabación y todo el engranaje saltaron. En efecto, nadie imaginó -en los tiempos de su diseño- la existencia de tanto espía nato o amateur entre la ciudadanía aparentemente placida de Rico. Ni tampoco que 1,345,678 personas tuvieran por lo menos una delación qué hacer, y Moisés, por ejemplo, denunciaría a 5 respondiendo asi al:
Haga patria delate al inmigrante ilegal, a la cucaracha, denuncie a la rata: abundan. Y quizá su vecino es esa cucaracha disfrazada de hombre, mujer, viejo o niño. Denuncie.
De un programa radiofónico que erigia a la residencia legal como el requisito indispensable para continuar siendo en Rico parte de la humanidad.

Entre dos llamadas el viejo fue a la cocina y abrió del puro cansancio la ventana. Una familia inmigrante arricana caminaba sobre la acera. Entonces nuestro hombre tomó una cerveza y regresando a la sala se rió desde lo bofo de su asiento, en el sofá obscuro y maculado donde pasaba 12 horas al día en la semi conciencia de un televisor encendido que sólo apagaba en la noche para atender al programa radiofónico: “Los Gachos de Jersey” y su popular “Especial del Frustrado”. La audiencia era amplísima, los radiolocutores explotaban con astucia el sentimiento de inferioridad en la vida de sus radioescuchas brindándoles puntuales, cada trimestre, un nuevo objeto de odio que roer. El procedimiento era en extremo sencillo y por lo menos 1,345,678 hermanos gemelos de Moisés Crunch lo escuchaban.
El tenor psicológico del programa era el siguiente:
Fiel radioescucha, tranquilo, no importa que sea usted un marginado, un fracaso personal o un pinchaúvas en su profesión y ni siquiera sus 100 kilos de grasa corporal que tendrá por ahora desparramados en su entorno, pues cuenta usted con una compensación, a saber, que es usted superior. Aguante entonces el reflejo cotidiano que le devuelve el espejo, las muecas de “pobre tipo” que le dirigen por doquier y piense en su superioridad de nacimiento porque se dio la pena de nacer en el mejor de los países, en Rico.
Vea al resto de la humanidad, unos pelagatos a pesar de las apariencias y este trimestre como los anteriores nos empeñaremos en demostrar esa superioridad suya sobre una colectividad específica y hacerlo sobresaltar del único sentimiento del que es todavía susceptible, de odio.
Y el hombre se restregó su boca de obeso, mientras se preparaba a sentirse mejor, al oirse repetir terapeuticamente, una y otra vez, cuánto más valía a lado de un inmigrante ilégal de Arrico y asentía entusiasta sobre la necesidad patriotica de delatarlos.

lunes, marzo 19, 2007

Feminismo de la a

Se ignora quién fue su iniciador, pues en esta moda como en los lenguajes infantiles de las erres (ya re-cor re-da re-ran) nunca se llega a saber y bastó con que uno empezara. La misma facilidad es una invitación al proselitismo, al acto pseudo-creativo que no inventa nada y ni siquiera agrega, sino deforma. Y por cierto que no es mi intención condenar este entretenimiento entre los mocosos, pero creo en la edad adulta debiera uno francamente ocuparse en otras cosas que en la frankensteinización lúdica de los vocablos.

Pues lamento informar a los partisanos del “feminismo de la a” que: No todas las palabras que terminan con a son femeninas. Hay las que acaban en consonante, hay muchas que lo hacen en e.
Por la simple y sencilla razón de que las palabras no son personas con un genital dado e identificable que sería, en efecto, muy cómodo fuera la primera letra del alfabeto para el femenino y la o para el masculino.

Y aunque se sabe el español cuenta con dos géneros gramaticales: el femenino y el masculino; en ocasiones se olvida que hay resabios de un tercero: el neutro.
Mas repito: las palabras no son personas y en el transcurso de los siglos la atribución de un género a los sustantivos se dio en una verdadera baraja y hubo los que oscilaron del uno al otro en un movimiento de péndulo con mayor frecuencia que un gay reprimido. Hubo los que ostentaron un “la” y “el” de manera simultánea (el/la radio) antes de decidirse por uno. Amén de los neutros que forzados a elegir entre el masculino o femenino por la desaparición de su categoría, lo hicieron generalmente a ciegas por puros accidentes de la lengua (según se utilizara de preferencia su forma plural -a o singular -um).

Sólo que la gente de aquellos tiempos no se quebraba la cabeza, digamos que ejercían su capacidad humana de abstracción distinguiendo: el género gramatical de un sustantivo / del sexo del objeto al que se refiere.
Y al proferir: “una persona” daban por sobreentendido que el “una” no apuntaba al sexo femenino de algun individuo. Mientras que la gente o el mundo señalaban por igual a hombres y mujeres, a pesar del “el” o “la” antepuesto.

Sin embargo, la humanidad da a veces la impresión de caminar en cangrejo y nuestro siglo XXI marcó un giro insospechado al decretar, en un impulso tan entusiasta como arbitrario, que después de todo:
Las palabras eran personas con sus respectivas morfologias sexuales. Las a final indicaban a los sustantivos mujeres mientras las o a los hombres. Con la subsecuente necesidad ética de proceder a un implante de as entre los demas sustantivos para remediar, aunque fuera de modo verbal, la discriminación social femenina. El resultado de ese militantismo fue, ya se imaginaran, el engendro de monstruos en donde "personaje" parió "personaja", "juez" "jueza", etc.

Fue la época de oro de nuestro feminismo. Mas hoy en el 2048 los hombres se han puesto también al corriente, promoviendo con similar éxito el “masculismo de la o”, tras la cruda constatación de haber sido léxico-genéricamente discriminados durante decadas.
Y para cerrar les paso un recorte de periódico que muestra el estado de progreso de ambas tendencias:

Las personas y personos en el último congreso lingüístico con sede en Caxilo, escritoros y escritoras, periodistas y periodistos, y aun simples particularos y particularas iniciaron su sesión con la declaración unánime del repudio de toda discriminación genérica.
Comprobándose que en sus obras y artículos hablan, en efecto, siempre de personajas o personajos y nunca de personajes, en textos que resultan por desgracia un poco pesados de lo largo.
Se trata de personalidados y personalidadas con altos niveles de tolerancia cacofónica, ya que disfrutan con lo que era una tortura para sus antecesores. Y se espera que muy pronto los sectores retrogradas de la sociedad (hombres y mujeres) sigan sus pasos y dejen de hacer muecas y taparse ojos u orejas cada que los escuchan o leen sus escritos.
El/la comité organizador.

miércoles, marzo 14, 2007

Caries

Ayer fui al dentista, no acababa de entrar que ya me decía:
- ¿Otra muela?
Y a mí me hubiera encantado responderle: No, es para una revisión, un simple certificado de buena salud de mis dientes que nos pidieron en un grupo chat, pues sabrá que hay de todo tipo y en éste exigen una hermosa sonrisa.
Pero la triste realidad era que sí se trataba de otra muela, la tercera por tercer año consecutivo, y que al igual que las anteriores elegía la estación de la primavera y del renacimiento para enfermarse, y lo que había empezado por incomodar leve y esporádicamente con los cambios de temperatura, me traía una semana después con la cara atenazada por una ramificación insospechada de las prolongaciones nerviosas del dolor.
Entonces había corrido al teléfono: - Necesito una cita.
Y apretado durante dos noches las mandíbulas, porque es un hecho que las crisis se dan con frecuencia cuando se carece de los medios inmediatos para su auxilio y en el caso de una urgencia dental, sucede siempre en fines de semana -ése al menos no era de puente.
La cita la obtuve inusualmente pronto, para el miércoles: porque era una paciente regular, casi modelo, de esas que nunca permitiría les aconteciera aquí a los dentistas lo que en los países escandinavos donde son profesionales en peligro de extinción: a saber que mi dentadura estaba en conocido y crónico mal estado.

Me preguntó si me dolía, la clase de cuestionamientos que odio. Era evidente que me dolía, si no qué habría venido a hacer a su consultorio. Sólo que si se lo pregunta uno a quemarropa y se busca responder con sinceridad, la contestación deja de ser obvia.
Me quede callada en lo que recapitulaba, una auténtica introspección sensorial. Y estaba por responderle:
- Verrá ya no me duele, no la muela. Me duele el cuello y el resto de los dientes, mi cara está aletargada, no logro concentrarme, estoy a punto de llorar y confundo las fechas. Pero no sé si corresponda a la carie, y el aletargamiento es la cesación del dolor, en cuanto a las ganas de llorar y sobre todo la confusión de fechas me pasa seguido...
Pero la dentista no tenía tiempo, una estricta media hora por paciente y yo llevaba cinco explicándole. Me hizo recostarme y abrir la boca para, en un grito sincero de médico agraviado, exclamarse:
- ¿Qué es eso?
Y es cierto que traía las encías y muelas de un lindo color violeta.
- Violeta de genciana.
- ¿Qué producto?... y luego cómo no se le han de fragilizar los dientes, ¿se pondrá alcohol la próxima vez?
- No lo había pensado...
Peló sus ojos tras las gafas.
Llevaba dos días untándome la boca del producto y hartándome de paracetamol, me habría podido dar una cita antes:
- Se la di de emergencia.
Luego cavó un poco con el taladro de su profesión, por lo visto no cabía duda, la muela estaba picada y la carie era visible. Y le sacó una radiografía no por ocio sino afín de averiguar su profundidad:
- No quiero matarle el diente sin necesidad.
Era la tercera ocasión que oía la misma frase, a la par que:
- Lo siento el nervio está afectado. Y la imagen de otra muela blanca con su agujero de podredumbre que alcanzaba la punta del hilo nervioso.
En verdad que estas visitas anuales al dentista se parecían cada vez más a un disco rayado, a un momento que no terminaba de pasar, con la esperanza de que me quedaran suficientes años y muelas para acabarlo o se sintonizara en otra estación, en la réplica de acciones menos definitivas que el desgaste de la propia dentadura.
La inyección no la senti y ni siquiera el principio de la cura gracias al aletargamiento, y era curioso que el nervio se hubiera cansado de doler y se echara a dormir y con él parte del rostro. La doctora trabajaba en silencio, tenía 30 minutos para acabar, pues creo había decidido robarle tiempo a su siguiente cita y esos eran los privilegios de contar con muchas caries. Al dolor lo vislumbré por un corto instante: un vano en la grieta de mi boca, algo sensible que se amplificó y me valió más anestesia.
Y por fin salí con gramos de esmalte dental menos, más ligera también de los bolsillos –comer dulces es doblemente caro-, un regaño y un premolar artísticamente rehecho que se me acaba de trozar. Razón por la cual estoy aquí sentada frente a la pantalla, ocupándome de cualquier cosa antes de llamar para otra cita.

lunes, marzo 12, 2007

Diccionario bilingüe

El plus ultra de los países ricos, el presidente de Rico en una gira por el resto del Nuevo Mundo, se dio a la tarea de visitar uno por uno los países de Arrico. (Afín de promover una imagen que hiciera competencia a la que corre las calles, la de Nación-lobo que se desayunó un país y se almorzaría con apetito otro.) Mas la visita sólo puso de manifiesto la incomprensión entre ambos pueblos. No por mala fe, aunque a veces lo parezca, ni tampoco por choque entre civilizaciones pues forman parte del mismo bloque occidental, y ni siquiera porque unos hablan inglés y los otros español, sino por mera oposición psicológica.

Al respecto, es lamentable la absoluta falta de manuales que permitan salvar la brecha comunicacional, y yo en el lugar del susodicho mandatario habría echado a la calle a mi inflada burocracia, agentes especialistas de la A a la Z y que no han sido capaces de ponerse por un segundo en los zapatos de los Otros, o en la ausencia de éstos, vaya en el callo desnudo de muchos de los habitantes de Arrico; y que por esa rigidez mental han dado al traste con la popularidad mundial de Rico en un tiempo record.

Pero los arriquenses tampoco nos quedamos atrás y no entendemos la psicología de los ricos. Y como es evidente que la comunicación no pasa, caemos en un victimismo de mal gusto con lamentos adolescentes declinados en todos los tonos sobre la incomprensión en la cual el subcontinente vecino nos tiene. Lamentos que cada que los escucho, a saber muy seguido, me ponen colorada de la vergüenza. Razón por la que me decidí a esbozar para mis compatriotas un intento novísimo, una traslación simultánea: qué piensa realmente un funcionario o periodista rico al vernos u oírnos. Por ejemplo, durante la última estancia de su presidente, mientras desfilaba su comitiva y la gente se apiñaba a su paso no siempre para aplaudirle.

Breve diccionario bilingüe de las principales gritas de Arrico y su percepción en cerebros de Rico
en español de Arrico/ en cabeza de rico
1. No al intervencionismo: Are they asking for help?
2. Arrico para los arriquenses: ******No translation available
3. ¡Rico fuera!: Their government is not good enough; it has not made clear we are friends
4. ¡Buuuuuuuuuu!: Their government is at least corrupt
5. Señas gestuales -¿obscenas?-y más gritos: We really need to do something local people are crying for our help. What about a coup?

Llegar a comunicarse es arduo pues aun cuando algunos arriqueños se ponen a machacar inglés -sobre pintas o en ruedas de prensa-, los ricos no entienden quizá por la mala grafia o pronunciación, y a título de ejemplo las siguientes frases con su respectiva interpretación:

en inglés de Arrico / en inglés de Rico
6. Yankee go home : ? (hein, what are they saying?)
7. Yankee we don’t love you: ?!?
8. What about internal drug traffic problems in Rico?: Is there a drug problem in Rico?
9. What about human rights in Rico? : Human, who?

En verdad que cualquier comunicación parece condenada al fracaso, por fortuna se cuenta con una buena dosis de utopismo y persistencia. Mas mi intento estaría incompleto si no ofreciera también una ayuda de lectura a los ricos sobre mis connacionales, y si la anterior era breve ésta…, pues es la que sigue:

Arrico for Dummies in One Lesson
Lesson 1: Arricans really mean what they say.

jueves, marzo 08, 2007

El viejo de la Tierra

Soy uno de los hombres más viejos de la Tierra y hoy abrí los ojos.
Los había mantenido cerrados desde mi caída, cuando apreté los párpados por puro automatismo y no por cobardía, pues a nadie le gusta la aproximación acelerada, la visión del suelo que parece caerle a uno encima, cuando es precisamente lo opuesto y es el propio cuerpo que se precipita pesado y sin asideros al centro gravitacional, y daría con su masa hasta el núcleo del planeta sino se le atravesara una superficie intermedia.
Yo di con mis miembros en una ciénega de agua limpia, en un raspado de cristales o bien sobre una textura muelle de nieve. Y, de momento, me quede allí. Con el frío que mojaba los cueros y pieles de mi indumentaria, para atacarse enseguida a la epidermis contra la que invistió a mordiscos, gélidos y leves como de minúsculos peces. Entonces hubo un estruendo: el carámbano se resquebrajaba en avalanchas subterráneas. Y yo me hundía en el líquido de una poza entre paredes que crujian. Al final la escarcha habrá alcanzado la boca. Pero quizá me equivoco, y me morí de hipotermia o de la conmoción y no por ahogo. Lo cierto, es que no se puede pedir demasiada exactitud a un hombre sobre los últimos instantes de su vida.
Y aquí me quede en este témpano desde aquella edad glacial que no sabría ubicar con precisión, pues ignoro si hubo otras que le siguieron. Tampoco podría decir si viajé, no lo sé, aunque siempre cabe la posibilidad de movimiento entre los bancos polares o de traslapes. Me consta, sin embargo, que desde mi instalación en este glaciar hubo períodos de mayor o menor luz, lo que equivale -según mi experiencia- al adelgazamiento y engrosamiento de su espesor, de los metros de cristal álgido que me separaban del aire.

Les podría haber narrado muchas cosas, y es seguro que siempre pasa algo aun en lugares tan absolutamente vacíos cual es el Polo sur, basta con permanecer in situ el tiempo suficiente, como yo aquí congelado durante milenios. Pero, por desgracia, a la hora del accidente cerré los ojos. Así que ustedes me disculparan, porque de las numerosas e increíbles cosas que acontecieron en mi entorno, no vi nada, y mis recuerdos son exclusivamente auditivos. Mas hay una ventaja y es que, tras miles de años de ejercer el oído, soy capaz de entender el lenguaje del hielo, de prever a partir de los rumores imperceptibles el talante del témpano, sus sensaciones y hasta determinadas transformaciones; al respecto el crujido más insignificante es para mí un discurso completo, y es por eso que después de milenios tengo miedo.
En efecto, las capas glaciares, esos veteranos de épocas remotísimas padecen un malestar. Estoy convencido de que algo pasa y el Polo, con sus icebergs y nieve eterna, está enfermo. Cada día que pasa lo percibo con mayor nitidez, se oye, es una especie de regurgitar interno o de borborigmos. Es como si lo macizo de las entrañas heladas hubiera alcanzado el punto de quiebre y cediera, de repente. Pues es un hecho que la placa gruesa, el bloque hasta ahora incólume se funde. Y, sin embargo, el aspecto inquietante no es ese, sino que lo hace empezando por el interior; vaya, que fuera de toda lógica no es el hielo expuesto a la intemperie y al raro sol el que se disuelve. No, hoy es el fondo, la porción inmersa la que cede a un recalentamiento extraño y sin precedentes y se deslié.
Querría también mencionar dos palabras sobre mi actual confort en el témpano. Diré que se está volviendo inhabitable y que pronto ya no permitirá el estado vegetativo, la congelación que me mató y luego preservó de la descomposición. Y que ya no soporto el calor: los diez grados Celsius sobre la temperatura antártica normal; además de los rayos solares que pegan día a día más fuerte y requemarían mi piel, si un muerto fuera susceptible de broncearse.

Y si hoy abrí los ojos fue para dar un aviso: que los bancos glaciares en los Polos se funden. Y si lo hago ahora y no lo hice ayer es porque tengo el tiempo medido por la velocidad inusual a la que se derriten, y porque en cualquier momento el hábitat de mi iceberg va a licuarse y me vomitara de una vez por todas al aire, a que empiece el proceso que debió de iniciarse hace milenios: el de mi desintegración.

domingo, marzo 04, 2007

Metro de país rico

El drogadicto avanzó tambaleandose sobre la plataforma bajo las luces siempre iguales del subterráneo y en el vapor de los deshechos humanos, los directos, las agrias evacuaciones de vejigas.
Se avanzó denostando en una lengua foránea, exótica como el color de su piel, y se dirigió hacia mí.
¿Acaso me espanté?
No, había demasiada luz para eso y muchos pasajeros en espera, a unos metros, cuchicheando y sacándole la vuelta al bulto ahogado en droga que vino hacia mí.
El señor babeaba, la saliva le escurría en chorros intermitentes.
- Veamos, me dije, este buen hombre no busca hacer daño. Sucede simplemente que agita los brazos y grita, y que él y yo estamos muy cerca de las vías.
Retrocedi entonces hasta chocar contra las bancas dispuestas en medio de la plataforma, entre el hueco de las dos vías, con una sonrisa en los labios entre cortés y “no pasa nada” dirigida, no a los ojos turbios del individuo enfrente, sino al resto de la asistencia: a los espectadores, indiferentes o curiosos, que habían salido a la misma hora e iban al poniente y estaban allí. Para ellos fue mi sonrisa, ridícula en verdad; porque, en los países ricos, la solidaridad entre personas normales y sin problemas aparentes, es muy escasa. Por una especie de institucionalización de la simpatía, en donde quiénes la merecen son los marginados sociales y no el hijo o hija de vecino que trabaja y tiene donde vivir, cual pudieran ser usted o yo aun cuando estuviéramos en aprietos. De manera que las civiles personas a quienes sonreía habrían dejado al hombre empujarme sin mover un dedo. Pues era visible que la vida había sido dura con él al punto de llevarlo a drogarse, y no conmigo; en conclusión, un empellón no era nada y yo me repondría, mientras que con el señor drogadicto se debía de ser tolerante.
Retrocedi hasta chocar contra la banca mientras el "marginado social" me contaba sus penas, al menos me imaginé lo haria en la confusion gutural de su lengua.
Su boca era un surtidero de baba y sus brazos, dos aspas. Y yo me sentía muy cerca del asco, con mi sonrisa estúpida y ante la mirada oblicua de la asistencia.
El discurso del hombre tenía sus altos y bajos, y yo pensé en escabullirme por un costado y si no lo hice, fue porque siempre lo hago y esa vez, a las doce del día y entre tanta gente, decidí quedarme.
En efecto, el hombre se evadía de su realidad y yo, sin el recurso de estupefacientes, al rehuirlo me evadiría también. No, en esta ocasión me quedaría a enfrentar esa realidad, en la relativa seguridad de una retirada y de recibir a lo máximo un golpe, impersonal y anónimo, en tanto representante circunstancial del mundo para ese hombre.
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