martes, junio 10, 2008

Colateral

Voy a ser tía y es un hecho que no estoy preparada. Hace un mes, empezaron por encargarme la organización del baby-shower, un anglicismo que según antes le expliqué a un amigo, es:
"La reunión previa al nacimiento, con la presencia exclusiva de la porción femenina entre las amistades y familia. Todas extasiándose a cual más más frente a la panza enorme de la futura madre."

Miento, eso es lo que debí de haber contestado, en realidad respondí sinceramente a mi costumbre:
- Bébi-chauer equivale a la expresión “Me cayo el chahuistle”.

Seguido por la definición simplificada de chahuistle como:
"Plaga
fulminante que invade los árboles con un polvo naranja de textura aterciopelada."
Y el recuerdo de una hoja retorcida con la colonia del parásito incrustada en la savia.

Luego me pregunté si no exageraba. Pero no exagero, un hijo se sitúa de por su sola berreante aparición en el primer plano. Y para los familiares se visualiza una tiranía del más débil, la tiranía del bebé. Ayer mi cuñado me mencionaba tras una buena cena, cuando ya me retiraba:
- Qué baby-sitter tan cariñosa vas a ser.
Mientras yo hacía bizcos.
-
¿Bébi? ¡sitér! ¿cariñosa? No, no creo.
Y a continuacion una sonrisa de mi parte, con los músculos
que casi me chirriaban en la cara:
- ...Yo me ocupo de literatura, háblenme para la escuela, le armo entonces al sobrino un programa genial de lecturas. Es una cuesti
ón de lengua, en español no hay bébis- con -sitér, y puesto que yo escribo en castellano no podría hacerle de una.
Para terminar:
- Gracias por la cena.


A la fiesta de la plaga o bebé que cae o llega, intenté en serio organizarla. Pedí consejos.
- Hay que dar regalitos, objetos hechos a mano con cualquier cosa.
Y una amiga me trajo dos ejemplares. Una botita rosa y un babero azul, ambos en papel:
- Son de papel sanitario, si tienes el don de las manualidades logras lo que quieras.
No lo tengo.


Al respecto me lamentaba con otro amigo, un encanto de hombre que teje él mismo sus prendas, tras haber declarado a las manualidades terapéuticas.
- Paciencia.
- Es una tiranía.
- Nada
más al principio, luego te acostumbras.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Xochitl, flor, cacha este poema de la Imane. un poco largo para pegarlo aquí pero qué tanto. a mí me encanta. ¿te gustará?
chau
questí flor (dicen en chile) o sea, questí Xochitil
claudio

NÍSPEROS


Desde el comienzo Pedro y yo teníamos la costumbre de juntarnos
en el camino que conducía a los cementerios del pueblo.
Primero pasábamos por el de los drusos, tumbas dispersas entre los robles
sobre una colina.
Piedras grises sobresalían como pezones en el muro del recinto
y sus pequeñas puertas estaban pintadas de negro. Al fondo, en dirección al oeste
se abría un camino transversal que llevaba hacia el valle
donde se vertían todas las lluvias del invierno.
Dominando este camino, el cementerio cristiano estaba separado del druso
por un bosquecillo de abetos y álamos.
Todo comenzó el día en que mi abuela
me contó la historia de un viejo roble, un árbol secular cuyo corazón
se creía habitado por una víbora negra que se alimentaba de cadáveres.
Les mordía los ojos, les devoraba las entrañas y una vez saciada
volvía a su refugio en el tronco del árbol. Nunca nadie veía esta víbora.
De creer la leyenda, un subterráneo que sólo ella conocía comunicaba su nido
con cada una de las tumbas del pueblo. Nunca les hacía ningún mal a los vivos
ni le salía a cortar el camino a nadie.
Entonces bajé al valle en busca del roble
más antiguo y más imponente. Quería ver la víbora. Conforme avanzaba
oía acelerarse los latidos de mi corazón. Al pie del viejo árbol
se levantaban piedras gigantescas, vestigios de una necrópolis romana.
Fue ahí que de puro azar encontré a Pedro por primera vez.
Se había ocultado tras un árbol cerca del gran roble. Apenas me distinguió
se puso a bombardearme con extraños frutos lanzando gritos guturales
a fin de asustarme. Yo no me moví y ni siquiera levanté la mirada
pues me había dado cuenta de su presencia incluso antes de llegar al famoso roble.
Mi sangre fría y mi indiferencia le despertaron la curiosidad. Vivo y ágil como un lince
bajó y se plantó delante mío. Luego, deslizando la mano en su bolsillo todo abombado
sacó un puñado de nísperos rojizos y me ofreció algunos.
“Toma, prueba, son las frutas más deliciosas que conozco.”

Nunca había visto frutas como esas. Además, acababa de descubrir asombrada
la existencia de este árbol. Era su refugio secreto, me dijo, aquí venía cada día.
Durante algunos años este sería nuestro refugio.

12:45 a.m.  

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