Ese día
Estuvo a punto de saltar al agua como retina obscura, en el canal fangoso que baja de los del Ourqc y Saint Denis, sin razón, por accidente. Porque los días, y algunos en particular, se resumen a una trabazón caprichosa de: así sucedió. Una enumeración que empieza por: se despertó con el cansancio a cuestas y unas ganas de aprovechar la jornada. Bebió café, completando su desayuno con vitaminas. La noche anterior había sido larga, el cuerpo tiene su propio ritmo, sus tiempos de agotamiento y energía. Esa mañana era de agotamiento. El agotamiento es la mejor motivación, si se está en desacuerdo con la necesidad del reposo en los días soleados, radiantes de agosto.
El vestirse es un placer, salvo cuando se lleva prisa. Se puso entonces lo mismo que una mañana anterior, paralela, y de un salto ya estaba sobre las baldosas en la calle vacía de su barrio.
Qué respiro: el aire antes de que caliente. Luego se zambulló en el subterráneo del metro para salir como topo en otro lado. Los citadinos o turistas se desperezaban o comían en los parques, disfrutando al máximo el calor tan escaso ese año. A veces sin pudor, sin idea: Un hombre maduro de torso desnudo, la piel lustrosa de que se derretía, repelente grasoso en cocción; o damas con maquillaje inestable, llorando su rimel gota a gota de sudor. Calles adelante, aterrizó en un mercado exótico, un autentico zuk transplantado a Paris, sobre ruedas. Las mujeres, detrás, los varones delante; aquéllas con el pecaminoso cabello oculto bajo velo, los brazos y las piernas cubiertas, éstos muy frescos y aun desgarbados. En un puesto se cambió, compró un vestido blanco, largo hasta los pies.
Para terminar sentada a la orilla del canal con las piernas que le colgaban. Pero en cuanto al: "Estuvo a punto de saltar al agua como retina obscura" del inicio, se los voy a deber porque a los escritores también se nos seca el cerebro. Y yo con las mejores intenciones no encuentro la manera de terminar lo que empecé.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home