¿Para qué?
Para llegar al vehículo en el subterráneo se toma el ascensor. Ya no hay escaleras. Las eléctricas son un viejo recuerdo, existen a manera de curiosidad en ciertos inmuebles de tiendas prestigiosas en el centro. Su armatoste metálico sorprende, los extremos en dientes de cada escalón son un peligro. La arquitectura en 2048 ha optado por los materiales sintéticos, flexibles.
Del apartamento a la oficina se da un número fijo de pasos. Los mismos que de regreso. Insidiosamente, el cuerpo ha tomado la forma de una silla. Con un énfasis en el lomo y muslos que se abultaron; mientras las piernas a partir de las rodillas son apéndices delgados como patas, de músculos enclenques; y la cabeza cae avergonzada sin saber qué hacer de su masa, excluida por completo del diseño ergonómico de un respaldar y asiento.
La gente en los corredores se saluda sin verse, afín de ahorrarse el esfuerzo de girar el cuello. El punto de equilibrio está en los hombros que se adelantan, al tiempo que la cadera de nalgas planchadas conforma el ángulo rezagado del cuerpo.
Por salud pública, para remediar a un estilo de vida que metamorfosea con la edad a sus adeptos, se publicitan con regularidad campañas de “iniciación al deporte”. Con resultados positivos sólo en lo económico: la compra del material para realizarlo o el pago de inscripciones a clubes, fruto del primer impulso. Patadas de ahogado, porque se vive y duerme sentado. Moverse cuesta. Bailarines y deportistas, lo son de carrera. La gente al mirarlos ha terminado por creer que se trata de una especie a parte. Los músculos visibles se les hacen una monstruosidad, y un individuo normal nunca saldría con un deportista.
Conforme pasa el tiempo, el estatismo se acentúa. Los niños, por ejemplo, irrumpen aún en corretizas o saltos insoportables que de prolongarse después de la pubertad se busca remediar con ayuda clínica. Pero, por lo general, el cuerpo se tranquiliza solo, a los 15 se cansa convenientemente pronto, y a los 20 ya evita cualquier movimiento inútil.
Los hombres silla tienen la inmortalidad de un mueble, y se mueren como se extingue un árbol del que se saca madera, por la interrupción de todo crecimiento. Sucede a edades variables a partir de los cuarenta, de la manera que sigue y con una pregunta:
- ¿Para qué levantarse?
Y el individuo abrirá acaso los ojos, mirara con esfuerzo, y agotado se quedara sentado en una inmovilidad que contiene la respuesta.
Del apartamento a la oficina se da un número fijo de pasos. Los mismos que de regreso. Insidiosamente, el cuerpo ha tomado la forma de una silla. Con un énfasis en el lomo y muslos que se abultaron; mientras las piernas a partir de las rodillas son apéndices delgados como patas, de músculos enclenques; y la cabeza cae avergonzada sin saber qué hacer de su masa, excluida por completo del diseño ergonómico de un respaldar y asiento.
La gente en los corredores se saluda sin verse, afín de ahorrarse el esfuerzo de girar el cuello. El punto de equilibrio está en los hombros que se adelantan, al tiempo que la cadera de nalgas planchadas conforma el ángulo rezagado del cuerpo.
Por salud pública, para remediar a un estilo de vida que metamorfosea con la edad a sus adeptos, se publicitan con regularidad campañas de “iniciación al deporte”. Con resultados positivos sólo en lo económico: la compra del material para realizarlo o el pago de inscripciones a clubes, fruto del primer impulso. Patadas de ahogado, porque se vive y duerme sentado. Moverse cuesta. Bailarines y deportistas, lo son de carrera. La gente al mirarlos ha terminado por creer que se trata de una especie a parte. Los músculos visibles se les hacen una monstruosidad, y un individuo normal nunca saldría con un deportista.
Conforme pasa el tiempo, el estatismo se acentúa. Los niños, por ejemplo, irrumpen aún en corretizas o saltos insoportables que de prolongarse después de la pubertad se busca remediar con ayuda clínica. Pero, por lo general, el cuerpo se tranquiliza solo, a los 15 se cansa convenientemente pronto, y a los 20 ya evita cualquier movimiento inútil.
Los hombres silla tienen la inmortalidad de un mueble, y se mueren como se extingue un árbol del que se saca madera, por la interrupción de todo crecimiento. Sucede a edades variables a partir de los cuarenta, de la manera que sigue y con una pregunta:
- ¿Para qué levantarse?
Y el individuo abrirá acaso los ojos, mirara con esfuerzo, y agotado se quedara sentado en una inmovilidad que contiene la respuesta.
2 Comments:
Hola!!!
Ya sabés quien te escribe y lee desde Costa Rica...
Vida cotidiana... esa es mi vida ahora... y la tuya?
Un abrazo
C.
Hola C., y un abrazo!
Aca otra cotidianidad (caballo, cansancio, pinceles como para la basura y cuentos sin terminar),
Ciao
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