jueves, abril 05, 2007

Viernes no santo

Dicen que no existió, que no hay prueba histórica o bien demasiadas: vaya que el nombre de Jesús era tan común en Palestina como lo es hoy el de Pedro en occidente. Y que no es la culpa de nadie si por el año 70, la población judía agotó la paciencia de los romanos que se decidieron entonces a deshacerse de ese Estado-títere molesto y en la limpia que siguió se perdieron en las flamas o bajo escombros, los meticulosos archivos judiciales.
Y sin embargo, de haber sido un montaje se habría hecho con mayor esmero, con una muerte más glamorosa, por ejemplo, que la vergonzante en la cruz, tan poco aceptable ante los coetáneos, que los crucifijos para aparecer debieron de esperar el olvido de esta pena con la caída del imperio romano.

Apuntan también los detractores una multitud de objeciones. Principalmente las dudas sobre la autenticidad del mensaje, y que en contraste con Sócrates -el otro famoso “analfabeta por principio”- eligiera para transmitirlo a discipulos tan modestos. Pues los apóstoles, salvo Pablo, tenían aptitudes para ser muchas cosas -pescadores, fisco y sobre todo mártires-, pero no letrados y ya no se diga filósofos; y enfin se debe de reconocer que Judea no era Atenas en donde tras tropezarse uno en el mercado con Platón, cualquiera se topaba con un Jenofonte o Aristoteles en la esquina.
A veces pienso es mala fe, por lo menos en el caso de las reliquias humanas. Esa preservación de huesos y demás restos que nos legaron los santos como recuerdo de su paso por la vida. Una costumbre grotesca y sucia, según la declara nuestro higienizado siglo XXI . De manera que en este único punto, se podría creer que la buena idea que tuvo Cristo de dejar el mundo con todo y su embalaje corpóreo, sería de su agrado. Pero no, aquí también hallan lugar al reclamo y se quejan de que precisamente dejo limpia la tumba.
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