El día después
Bajamos de los autos, la veintena de invitados que nos habíamos quedado el día siguiente de la boda, la noche empezaba a caer y hacía hambre. De la sala de fiesta salieron los padres del nuevo esposo y le entregaron las llaves. Los recién casados y nosotros, sus amigos, podríamos disponer del lugar. Se organizaron juegos frente a una auténtica mesa de campaña, plantada en medio del salón que lucía los despojos en botellas y viandas de la cena del matrimonio. Y a la cocina, en los inmensos refrigeradores profesionales, ibamos a reaprovisionarnos. Los demás implementos compartían las mismas dimensiones, era un espacio para de 50 a 200 personas, y nosotros aun con las mejores intenciones de proseguir con el festejo, no sumabamos veinte.
Habíamos allí, un par de escritores de esos que parecen estar siempre en ciernes, un tercero -él sí laureado-, diez ingenieros, una abogada, un financiero y una feliz ama de casa. Las botellas vaciaban su contenido en copas sucias de tinto y del techo colgaban adornos, entre las paredes recubiertas con fotografías. Estábamos en el viejo viejo mundo, pero un Caxilo aunque fuera ramplón asomaba, al menos eso sentimos, desde los muros a través sus imágenes instantáneas.
¿A qué se juega con los amigos el día después de casarse? A muchas cosas, principiamos con “películas”. Los escritores, en ciernes o no, habíamos quedado en el mismo equipo y nos confrontaban los ingenieros en el opuesto, con el resultado obvio de no dar, ni ellos ni nosotros, una.
Se recurrió a los titulos de filmoteca, al “Barry Lyndon” que desempolvamos nos replicaron del otro lado con “Odisea 2001”, y ya con miligramos de alcohol en las venas era muy divertido hacer el ridículo. Representar, por ejemplo, al simio que se maravilla frente a un monolito sobre una superficie yerma de planeta.
De pronto, el financiero y la abogada se aburrieron:
- Hagamos otra cosa.
- ¿Café, pastel? preguntó el recién casado comedido.
- ¡Pelota!
Se trajo una y en el primer pase, voló estrellado un plato. El salón era amplio, pero no lo suficiente. Juguemos a… mas los cerebros en su segunda noche consecutiva de juerga, no pensaban mucho. Por fortuna a la feliz ama de casa se le ocurrió algo:
- ¿Qué tal un streap-tease?
- Va, por el streap-tease, y fue un varón quien se ofreció a hacerlo.
Apagaron la luz y pusieron música, la rola desplegó sus notas mientras el susodicho bailaba sin ritmo, de la tarima desierta al centro del salón. El auditorio alrededor de la mesa cubierta de moronas estaba atento, y el actor amateur apenas se quitaba la camisa cuando alguien abrió con un rechinido la puerta.
Entre la obscuridad externa de despoblado y la interior de gente que no quiere que se le vea, el intruso fuera quien fuera no nos divisaba.
Alguien susurró: ¿Por qué no pusieron llave?
Entonces se oyó la voz potente de la profesora:
- Hijo, ¿qué pasa?
Era la suegra.
Se recurrió a los titulos de filmoteca, al “Barry Lyndon” que desempolvamos nos replicaron del otro lado con “Odisea 2001”, y ya con miligramos de alcohol en las venas era muy divertido hacer el ridículo. Representar, por ejemplo, al simio que se maravilla frente a un monolito sobre una superficie yerma de planeta.
De pronto, el financiero y la abogada se aburrieron:
- Hagamos otra cosa.
- ¿Café, pastel? preguntó el recién casado comedido.
- ¡Pelota!
Se trajo una y en el primer pase, voló estrellado un plato. El salón era amplio, pero no lo suficiente. Juguemos a… mas los cerebros en su segunda noche consecutiva de juerga, no pensaban mucho. Por fortuna a la feliz ama de casa se le ocurrió algo:
- ¿Qué tal un streap-tease?
- Va, por el streap-tease, y fue un varón quien se ofreció a hacerlo.
Apagaron la luz y pusieron música, la rola desplegó sus notas mientras el susodicho bailaba sin ritmo, de la tarima desierta al centro del salón. El auditorio alrededor de la mesa cubierta de moronas estaba atento, y el actor amateur apenas se quitaba la camisa cuando alguien abrió con un rechinido la puerta.
Entre la obscuridad externa de despoblado y la interior de gente que no quiere que se le vea, el intruso fuera quien fuera no nos divisaba.
Alguien susurró: ¿Por qué no pusieron llave?
Entonces se oyó la voz potente de la profesora:
- Hijo, ¿qué pasa?
Era la suegra.
2 Comments:
Momento magistral de la noche! Pero no me quedó clara una cosa:
Era la suegra que venia o la hermana de la nuera que se iba?
Le recuerdo al Editor que los hechos narrados son ficticios y no corresponden sino por accidente o malicia a la realidad.
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