domingo, septiembre 23, 2007

Día cero

Hoy no quería abrir lo ojos, y me quede tercamente tendida en la cama a esperar me hicieran el desayuno, a ver si en la penumbra artificial del dormir fingido se ponían en orden mis ideas, una proliferación.
Pretendía hacer tantas cosas empezando por los cuentos, la exposición –soy también pintora-, la novela, los poemas, mis amistades y, en breve, la vida no tenía pinta de quererme alcanzar porque me gustaba
también la danza, los caballos, la historia y los hombres.

Al tener tantas cosas qué hacer, comencé por preocuparme, que es un eufemismo para decir que no hice nada. Y no hice nada por minutos, tendida boca arriba y luego abajo, hasta que el hambre -otra buena idea- me tiró de la cama.

Me falta organización. Concluí, una hora después en la mesa, atragantándome entre taza y taza de café con esta palabra. Pues el sentido del orden es, con precisión, aquello de lo que siempre he carecido.

Al otro extremo en su silla, Andrés tenía pucheros de risa al escucharme, lo fulminé con la mirada antes de afirmarle sonriente:
Voy a cambiar, le dije, quiero hacer todas esas cosas. Y punto seguido:
Seré ordenada –proseguí ampulosa- para tener el tiempo -Andrés se caracajeaba- de amarte, a ti y a otros.
Aquí se le acabó de golpe la risa, pero en seguida me besó sin traza por lo menos aparente de prospectivos celos.

Y en caliente, sobre un papel emborronado de mantequilla con aroma a pan dulce, escribí la siguiente fecha a manera de compromiso:
30 de octubre, acabo el cuentario
Llueve, truene o relampaguee, según dice también mi madre y antes de ella mi abuela.

Y nos quedamos contemplando el pacto, con sus máculas donde se translucía la tinta untuosa; le faltaba -era evidente- algo, un sello, algo.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

¡Ya dijiste! Anotamos la fecha. ¿Por que no, para motivación del personal, pones el índice en tu blog?

8:38 p.m.  

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