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Aequis nació en una fecha improbable, de las cuales el calendario ha de contar con seis, y aunque no vio la luz un 29 de marzo (el colmo), sí cumple años en la Nochebuena.
Naci-ó bajo un cielo sin sombra de cometa, ni reyes magos tomando un barco en algún puerto del Viejo Mundo para llegar al Nuevo, vía acaso la Cuba comunista donde les habrán confiscado los regalos, para quedarse luego mirando desde un peñasco el mar Caribe, haciendo cuentas por ver si a cambio de un camello los lleva el balsero y si con un caballo pagan a los pasadores continentales de frontera. Después, una vez en Caxilo, andarán a un costado de la autopista, turnándose: dos a pie y uno a lomo de bestia.
Lo mejor, claro, sería aprovechar el vestuario y ganarse un dinero. Y ya los veo, entre el humo de la fritura, en la plaza frente a la iglesia, con un letrero de ‘a tanto la foto’, aguantando a todo tipo de mocosos, acostumbrados a barbas falsas y jalándoles por ende los pelos para ver cuándo se desprenden. Mientras mi rey mago, la barba pelada, sonríe hasta la instantánea y piensa: ‘nos falta el equivalente a cien creaturas” y “que me duren las barbas”. Para las últimas ferias y como no les duraron, se las resarcen con la crin del caballo. Los viandantes retomaran el camino siempre menos galanes, las ampollas en los pies reventadas y el ropaje de damasco sucio de polvo y orines de chicos mal empañalados.
La tintorería será otro problema. Un rey con los ojos saltones, observa su capa carmesí a la que le han quitado sus hilos de oro. Mientras la propietaria y ladrona, le dice que es la misma que le entregó y que aunque no lo fuera el establecimiento no se hace responsable.
- Señora, es la misma pero le falta algo.
- La mugre, señor, se la lavamos.
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